viernes, 24 de septiembre de 2010

Comunican de Woodstock… *

Avelino G. Mallada (Gijón 1937) [AMG, fondo C. Suárez]


El trágico final de Avelino G. Mallada,
alcalde anarquista de Gijón
                                                                                                Jesús Mella

El día 28 de marzo de 1938, en plena guerra civil, llegaba a los periódicos españoles un lacónico teletipo de la agencia Fabra, remitido desde Nueva York, con el siguiente titular: “Muerte del alcalde de Gijón, Avelino González”, y continuaba: “Comunican de Woodstock (Virginia) que el antiguo alcalde de Gijón, Avelino González Mallada, ha muerto en un accidente de automóvil cuando se trasladaba a California para tomar parte en una serie de actos de propaganda a favor de la España republicana”.

En efecto, la campaña de Mallada quedó interrumpida de forma brusca en la noche del domingo 27 de marzo por un accidente de tránsito -al chocar con un enorme remolque en un cruce, probablemente en la carretera  interestatal I-81-  que le costó la vida a la altura de Woodstock (Virginia), pequeña población  -que hoy alcanza los cinco mil habitantes-  localizada en el corazón del valle del condado de Shenandoah, y donde tiene    -y tenía entonces- su sede la academia preparatoria militar Massanutten. Aproximadamente a 56 Km. de la ciudad de Harrisonburg y 48 de Winchester; relativamente cerca de Washington (145 Km.). Junto con él fallecía el compañero Edilberto Segura, argentino del Consejo Nacional de la SIA de Nueva York. Un muchacho joven, hijo de españoles, que hacía de chófer, quedó en muy malas condiciones.

En un artículo publicado en el periódico Cultura Proletaria de Nueva York (editado por el anarquista asturiano Marcelino García), el embajador de la República en Estados Unidos, Fernando de los Ríos, precisaba que Avelino había muerto “porque el automóvil donde viajaba tenía que ir a una enorme velocidad para llegar a tiempo donde debía llegar en gira de propaganda pro pueblo español, y porque tenía que viajar noche y día…”

De esta manera, el efecto dinamizador que pretendía tal viaje propagandístico quedó frustrado con la súbita muerte de Mallada, delegado especial del Consejo General de SIA (Solidaridad Internacional Antifascista). Se rumoreó entonces, que la consiguiente recaudación de fondos, como consecuencia de la gira, tenía como uno de sus objetivos la adquisición de armas para la CNT.

Los cadáveres de Mallada y Segura estuvieron expuestos una semana en los salones neoyorquinos del centro libertario SIA, y las muestras de condolencia y ofrendas florales fueron numerosísimas. Según el diario La Voz, su sepelio fue una imponente manifestación de duelo. El cortejo fúnebre partió a pie a lo largo de la Avenida A, torciendo por la Calle 14, hasta la Avenida C, seguido de una gran manifestación popular, que fue escoltada por cordones policiales. Luego, los féretros fueron depositados en coches mortuorios. Se formó, entonces,  una caravana de más de 200 autos y un coche policial abrió el camino hacia el cementerio. Al borde de sus tumbas fueron colocados los dos ataúdes y, antes de ser enterrados, el secretario general de SIA en Nueva York  -Frank González- pronunció una sentida apología de los compañeros desaparecidos. Asomaba abril y comenzaba la tarde en la ciudad de los rascacielos.

En el International Institute of Social History (IISH) de Ámsterdam (Holanda) se conservan varias fotografías de la época que dan testimonio de la repercusión de la estancia en Nueva York de Avelino Mallada y del multitudinario funeral. Además, se filmaron varios metros de cinta para ser agregados a la película que se había tomado en el mes de febrero durante un festival celebrado en el Royal Windsor (Nueva York), donde la intervención principal había corrido a cargo de Mallada. Instantáneas simpáticas e imágenes de duelo, separadas por pocas fechas. 

Algunos diarios españoles  -especialmente los anarquistas-, además de recoger la fatídica noticia,  dedicaron necrológicas y recuerdos póstumos de Mallada. La prensa extranjera también publicó algunos telegramas en los que se daba cuenta de su muerte.

Avelino G. Mallada dejaba mujer, Florentina Fernández Posada (1896-1985), y dos huérfanos: Avelino (1920-1981) y Amapola (1926-1991), que con el paso de los años llegaron a ser  destacados médicos psiquiatras  -de orientación psicoanalista-  en México.

Pero lo cierto es que, cinco meses después de su huida de Gijón, tras la caída del Frente Norte, aquel oscuro accidente  -que en círculos familiares siempre se sospechó premeditado, ¿un sabotaje?-  llevaba el nombre de Mallada a un definitivo silencio. Aquel alcalde anarquista de Gijón, que no pudo cumplir el año de mandato por tan sólo cinco días  -desde el 15 de octubre de 1936 al 20 de octubre del siguiente año-,  permaneció en el anonimato durante décadas, y ni tan siquiera tuvo el pequeño honor de figurar en la relación de personajes notables de la Gran Enciclopedia Asturiana.


Obrero, periodista y alcalde
 
Avelino González García  -su verdadero nombre- nació el 7 de agosto de 1894 en Gijón. Pronto huérfano, asistió breve tiempo a la escuela y se vio obligado a ganarse la vida desde los 11 años; primero en la Fábrica de Laviada y luego en el Dique, donde contactó con el movimiento anarquista. En 1911 ingresó en la CNT y poco después fue despedido de su trabajo. En tal situación, emigró a París, donde permaneció hasta el final de la Gran Guerra. De regreso a Asturias, al estar incluido en las listas negras de la patronal gijonesa, se trasladó a La Felguera. Allí se encargó de una escuela laica tutelada por la CNT en el lugar cercano de Frieres. En 1922 retornó a su Gijón natal y con gran esfuerzo obtuvo el título de perito mercantil. De formación autodidacta, fue un asiduo colaborador en la prensa libertaria y dirigió el periódico Vida Obrera. Fue iniciado en la Logia Riego nº 2 (Gijón) en marzo 1924, con el nombre simbólico de Panurgo, nombre que con frecuencia utilizó como pseudónimo. A partir de 1926 se incorporó como maestro en la Escuela Neutra, cuyo ideario era inspirado por Eleuterio Quintanilla. Al advenir la República se hizo cargo de la dirección del periódico Solidaridad y, más tarde, de CNT de Madrid, diario del que dimitió como director en 1933, aunque continuó como redactor. Mallada, a pesar de encuadrarse en el faísmo, fue un firme defensor de la colaboración con la UGT y de la Alianza Obrera, aunque el movimiento revolucionario de octubre le sorprendió en Madrid y, por tanto, no tuvo una participación activa en la insurrección. Vuelto a Gijón en 1935, se encargó de la secretaría de la Regional cenetista. Al estallar la guerra formó parte del efímero Comité Provincial del Frente Popular que se reunió con el gobernador civil Isidro Liarte, y de la Comisión de Defensa que se constituyó en Gijón.  Luego fue miembro del Comisariado de Guerra, que dirigía González Peña. El 15 de octubre de 1936 fue elegido alcalde de Gijón – tras una tensa sesión que le enfrentó con el Gobernador General de Asturias Belarmino Tomás, que presidía el acto-  y encabezó una Gestora Municipal integrada por los sectores sindicales y políticos del Frente Popular. Fue confirmado en el cargo al constituirse un nuevo Consejo Municipal el 4 de agosto de 1937. Desde su puesto dio solución a numerosos problemas de retaguardia y atendió el mantenimiento de la moral de sacrificio. En su haber, destaca el intento inconcluso de una importante remodelación de la fisonomía urbana de Gijón, para lo cual contó con la colaboración de otro Avelino  -el arquitecto Díaz y Fernández Omaña- y el brazo ejecutor de Segundo Blanco, presidente de la Comisión Municipal de Obras Públicas Urbanas, que llevó adelante el derribó de varios edificios emblemáticos del Gijón decimonónico, para permitir un posterior Plan de Reformas Urbanas (junio de 1937).   
 

A punto de caer Gijón en manos de los rebeldes, Mallada huyó el 20 de octubre a Francia desde El Musel, en el vapor costero Toñín (20/10/1937). Vuelto a zona republicana, se instaló con su familia en Barcelona. Desplazado a Madrid, trabajó un tiempo en el diario CNT y preparó la publicación de una serie de artículos sobre la guerra en Asturias, que vieron la luz en dicho rotativo. Estando ocupado en tal tarea fue llamado a Barcelona por el Comité Peninsular de la FAI al objeto de emprender una gira de propaganda por tierras americanas. Federica Montseny  -gran amiga de Avelino- era la promotora más entusiasta de SIA, organización libertaria supranacional que se encargaría de la gira. El recorrido incluía, entre otras ciudades, Nueva York, Baltimore, Wilkes-Barre, Filadelfia, Detroit, Chicago, Saint Louis, Gary, Los Ángeles, Tampa, Bagley y Welch. La tournée estaba prevista para unos tres meses.

La gira americana

 

Mallada emprendió viaje desde Barcelona en febrero de 1938, y ganó Nueva York el viernes día 18 de febrero a bordo del paquebot inglés Aquitania. Pero no pudo desembarcar porque alguien lo había denunciado como un anarquista peligroso. El tribunal que entendía el caso lo condenó a regresar a España, pero reclamada la sentencia ante las autoridades de Washington, abandonó la prisión al día siguiente a mediodía. Al mismo tiempo, los agentes franquistas publicaron un manifiesto en el que se afirmaba que Mallada nunca había sido alcalde de Gijón, que SIA era una organización terrorista, que el editor del Spanish Labor Bulletin, Maximiliano Olay (natural de Colloto y delegado de la CNT en Estados Unidos), era un judío español ... y otras mentiras y difamaciones de naturaleza similar.



[Archivo Jesús Mella]

El domingo, 20 de febrero, intervino Mallada en el gran acto de afirmación de SIA en el Royal Windsor de Nueva York (Calle 66 y Columbus Ave.). En el mitin también estuvo presente Edilberto Segura. Al acto asistieron varios miles de personas, la mayoría hispanoamericanos. Además acudieron bastantes asturianos, algunos gijoneses. Mallada habló a los asistentes durante más de dos horas. En carta dirigida a su mujer Florentina, fechada en Nueva York el día 2 de marzo de 1938, nos dice: “Al éxito contribuyó mi detención, que me dio más popularidad que a un boxeador. Acudió la prensa americana y la de habla española que se publica aquí. También contribuyó un manifiesto que lanzaron ciertos elementos contra el mitin”.

Días después habló en la Casa de los Hijos de Asturias y en la ciudad de Brigdeport (Condado de Fairfield, Connecticut). El día 2 de marzo se desplazó a Boston. El domingo 6 de marzo visitó un triste centro minero de carbón, en el estado de Pensilvania, donde trabajaban mineros polacos y españoles. También tuvo tiempo de visitar en Washington al embajador de México, el medico Francisco Castillo Nájera, y al de España. Con Fernando de los Ríos se entretuvo dos horas y media hablando de la tragedia de España.

Mallada se instaló en el barrio de Brooklyn, o al menos allí recibía su correspondencia. Las noticias que llegaban de España las leía en la prensa norteamericana, tanto en español como en inglés, idioma en el que se empezaba a soltarse. Al hotel le llegaban también periódicos y revistas editados por los españoles partidarios de Franco, que le dedicaban improperios: Cara al Sol y España Nueva, ésta dirigida por un “pobre diablo asturiano apellidado Argüelles, que se dice sobrino de la marquesa del mismo nombre”, en palabras del propio Avelino.

Antes de salir para la costa oeste escribió una carta a su mujer desde Nueva York, fechada el jueves 10 de marzo. Una de las últimas, acaso la última. En ella le confesaba que no estaba a gusto y que la vida agitada de la ciudad de los rascacielos le ofendía. No tenía derecho a estar tranquilo, cuando su pensamiento no podía sustraerse de la guerra en España ni de la suerte de sus compañeros de Asturias. Y finalizaba su misiva preocupado por los bombardeos brutales sobre la capital catalana  -donde permanecía la familia-, que tenían como objetivo doblegar la moral de los ciudadanos para así desmoralizar a los combatientes en el frente de batalla: “[…] Pienso continuamente en ti, en la terrible situación por que pasas y quisiera poder tenerte en otro pueblo más tranquilo, donde los niños no corriesen tanto peligro, aunque dejasen de estudiar. Primero es la vida… ”


Cortejo fúnebre que acompaña los cadáveres de Mallada y de Segura
 a la salida de los locales de SIA (Nueva York, 1938)
[Archivo Jesús Mella]

Y la vida perdió Avelino… al poco. Un inesperado destino en tierras extrañas, camino de California, tal como hemos relatado al empiece. Javier Bueno, conmovido, recibía un breve telegrama en Madrid de la agencia Fabra que empezaba así: “Comunican de Woodstock (Virginia) que…”. Probablemente fue de los primeros en conocer tan triste e impactante noticia.

El diario madrileño CNT resumía al día siguiente quien había sido Avelino G. Mallada: “No le aminalaba la situación de obrero sin trabajo, en que se veía. Hombre de destierro, de cárcel, de Sindicato, en la lucha había templado su espíritu, y ante la adversidad redoblaba su fe y su entusiasmo, puesto siempre al servicio de la clase trabajadora. Le oímos defender nuestras ideas en el Ateneo de Madrid, en la intimidad del grupo de compañeros o de hermanos, en los Sindicatos, en las redacciones de los periódicos, en los plenos de la F.A.I., en los lugares de trabajo. Tuvimos pleno conocimiento de su cultura de autodidacta. Y en el orgullo de su sencillez y en la tenacidad de su sacrificio pudimos medir su reciedumbre moral”.

Como homenaje póstumo, el correligionario Luzbel Ruiz  -provocativo pseudónimo del faísta radical Benito Ruiz Berlanga-  se apresuró a agrupar los reportajes que Avelino G. Mallada había enviado al diario CNT de Madrid, tras huir de Gijón; los agrupó en ocho capítulos en un pequeño libro titulado Asturias ante la historia (Quince meses de guerra y revolución), cuya impresión corrió a cargo de la editora anarquista Liberación de Barcelona (1938). Interesantes como testimonio, al reflejar el ambiente de aquellas jornadas: la doblez del coronel Aranda y la clave de su traición, que  -según Mallada- no es otra sino un telegrama más o menos apócrifo del general Fanjul, anunciando la victoria de los insurrectos en Madrid; el asalto de los cuarteles de Gijón; el ataque a Oviedo; los crímenes del fascismo y las actuaciones de la “benevolente” justicia popular; el heroísmo de los combatientes y su fervor revolucionario; la vida en retaguardia…

El hogar de Avelino quedaba, entonces, en la más completa miseria. La desgracia dentro de la tragedia española. Como tantas otras, la familia de Mallada no tuvo otro camino que el exilio. Tras un éxodo de alpargata y serios contratiempos, su mujer, Florentina, y sus hijos, Avelino y Amapolina, residieron varios meses en Marsella; y el día 13 de junio de 1939 zarpaban desde el pequeño puerto de Pauillac (Burdeos, Francia) a bordo del carguero Ipanema hacia México, llegando a Veracruz a media tarde del día 7 de julio, tras un accidentado y eterno  viaje. Los deudos de Mallada  -huérfanos de Avelino y de su patria-  habían llegado a una tierra a la que algún día podrían llamar hogar. Pero esa es otra historia.



Cupones de racionamiento  -tipo cartel-  utilizados
en Asturias durante la Guerra Civil

 


Ramón Álvarez Palomo
(1903-2003)

La muerte pronta de Avelino fue un episodio lejano, aunque probablemente no sea del todo cierto. El pasado siempre vuelve de alguna manera y se encaja en nuestro imaginario. En 1987 el nombre de Avelino G. Mallada pasó al callejero del barrio gijonés de El Coto, uno de los últimos acuerdos de la corporación gijonesa presidida por José Manuel Palacio, quien se había acordado de Mallada en el discurso de toma de posesión como alcalde el día 19 de abril de 1979. Curiosamente, se desbautizaba la de Salvador Moreno Fernández, comandante del “Chulo del Cantábrico” durante la guerra, y en su lugar se otorgaba el honor al último alcalde republicano de Gijón. También, en aquel año de 1987, salió de imprenta la biografía militante de Ramón Álvarez Palomo sobre Mallada, resultado de la suma de un gran esfuerzo de investigación y de los recuerdos personales.

 

Genoveva Casanova González
 (Foto 2007)

De la España que dejó Avelino G. Mallada a la España que hoy conocemos queda poco, han cambiado demasiadas cosas; y aunque el mundo ha dado desde entonces muchas vueltas y los designios son siempre imprevisibles, nunca hubiésemos sospechado que una bisnieta  -muy guapa, por cierto-  de un jornalero gijonés, cronista privilegiado de los sucesos de Casas Viejas y teórico de comunismo libertario  -como fue Avelino González Mallada-  habría de emparentar en el tiempo con la Casa de Alba, por matrimonio entre la modelo mexicana Genoveva Casanova González y el Conde de Salvatierra, Cayetano Martínez de Irujo (Sevilla, octubre de 2005). O dicho de otra forma: que dos hermanitos mellizos fruto de tal relación  habrían de llevar la sangre de Avelino y la de Jacobo María del Pilar Carlos Manuel Fitz-James Stuart Falcó Palafox-Portocarrero y Osorio, XVII duque de Alba, Grande de España y embajador de Franco en Londres durante la guerra civil. Son las ironías de la Historia o, si se quiere, el azar que tiende a banalizarlo casi todo.

* Una versión de este artículo fue publicada en Atlántica XXII. Revista asturiana de información y pensamiento (Oviedo), nº 7, marzo 2010, pp. 39-41.

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